He vuelto a IUOMA.
Es un reducto incrustado en la inmensa bola de publicidad y propaganda política en que va mutando internet.
Se trata de una red privada de gente involucrada en el arte, profesionales o no. Entre los miembros hay un intercambio fluido de arte postal, físico. Desde cualquier rincón del mundo al buzón de tu casa. O al revés.
Llegué por primera vez hace 11 años. Me convertí en miembro y comencé a interactuar. Elegí varios grupos en los que integrarse y comencé a pensar en mis envíos.
No tardaron mucho en llegar a casa los primeros mail arts. Miraba los sobres incrédulo.
Obviamente, algunos no me gustaron. Otros me resultan muy atractivos.
Puede enviarte su arte postal una mujer de 70 años de Pittsburgh que hace collage, o una pintora danesa que se apellide “Pollas”.
Lo verdaderamente relevante es la sorpresa, los interrogantes.
¿Cómo puede ser que alguien desconocido Te haya dedicado Su tiempo?
¿Viene de Manitowoc, Wisconsin? Primera noticia de ese lugar.
La sorpresa de hallarse recorriendo las calles y parques de Manitowoc (Wisconsin) por medio de Google Earth.
La de recibir otra cosa que no sea una factura, una multa o una comunicación del banco en un sobre blanco nuclear.
Y al final, la apertura, observación y disfrute del contenido.
Es asombroso encontrar este tipo de redes en las que se promueven sinceramente valores como el no comercio, la generosidad, o la colaboración en torno al arte.
Para mis primeros envíos, aproveché mi magnífica colección de servilletas serigrafiadas cosechadas en bares de todo pelaje. Tengo auténticas joyas gracias a La raíz cuadrada.
Luego compré sellos con todas las letras y signos de puntuación.
Me divertía ejercitar mi escritura en inglés para luego imprimirlas manualmente sobre las servilletas con los sellos. Me agrada pasar del ejercicio literario a la manualidad. Disfruto incluso con mis propios errores en la impresión.
Experimentaba la libertad de culpa de la que habla este artículo en su último párrafo:
“Nunca hay que esperar una respuesta, nunca sentirse obligado a responder” Ruud Janssen.
Unos meses después llegó un mensaje: Mail art call, Adger Theatre, Norway.
Otro mail artist me invitaba a participar en una muestra que se llevaría a cabo en una Universidad de Noruega. Es bastante común.
Alguien en algún lugar del mundo decide hacer una convocatoria abierta para realizar una exposición. Lo habitual es que se exponga todo lo que se recibe. Este hecho me parece uno de los rasgos esenciales del mail art. No hay criba, ni venta.
En sus orígenes fue una respuesta subversiva contra el establishment de las galerías.
Sirvió de puñetazo en la mesa. ¿Cómo que no puedo distribuir y exponer obra artística al margen de vosotros?
En ocasiones se autoedita una publicación con el material que ha sido expuesto.
Cuando recibí aquella invitación, ya había embarcado en los Ejercicios de incomprensión.
Decidí enviar 3 piezas que cumplían los requisitos de la exposición,
Con esto quiero decir que mis envíos habían evolucionado. Otros mail artists colaboraban colocando pegatinas con mis textos en sus pueblos y ciudades. Así pues, les enviaba una carta con las instrucciones de uso y les pedía que me enviaran por email dos fotografías: un plano general del lugar en que las habían colocado, y un primer plano del texto, bien enfocado, para luego colgarlas en la web.
Este nuevo propósito me impulsó a hacer un seguimiento geográfico de los lugares en que se habían quedado pegadas aquellas frases. A su vez, rastreaba entre los perfiles de IUOMA buscando a alguien asiático o africano. En mi fantasía, pensaba que era posible soltar uno de esos versos en cada país del mundo.
Pronto te das cuenta de que la digitalización no va al mismo ritmo en todo el planeta. Y de que hay gran cantidad de países a los que no se viaja alegremente.
En este salto de línea han transcurrido cuatro años de distanciamiento, pero hoy he regresado a IUOMA.
Me he sorprendido pensando que tal vez hayan llegado más postales a mi antigua dirección. ¿Dónde habrán ido a parar? ¿Los valorarán los ojos de quien los haya tenido en sus manos?
Rápidamente, he accedido, he vuelto a navegar por la web, he puesto al día la descripción de mi proyecto, y he actualizado también mi dirección.
He recordado un email reciente de una artista sudafricana. En él me preguntaba por el proyecto. También quería saber si había editado el libro. En aquel intercambio de emails aún no, así que debo volver a escribirle.
Hoy dormiré más profundamente.
Parece que esta madrugada lograré recolocar, acertadamente, la almohada bajo mi cabeza.