Ya está listo el arte final en la imprenta. Hay alguien esperando a que llame para producir una copia del libro: la prueba final para revisar y subsanar cualquier error. Me sería entregada sin encuadernar.
Antes de eso, quería concretar lugar y fecha para la primera presentación.
En mis 4 años de pausa obligada, las cosas han cambiado mucho. Entre las pocas que han mejorado, la apertura de la librería Crazy Mary. Mi querida María ha creado un espacio lleno de vida en el barrio de las Letras, con frecuentes presentaciones y eventos y con una comunicación online incesante.
Esperaba poder presentarlo allí. Es un espacio hermoso y María me conoce desde hace muchos años. Echo de menos la abundancia de librerías del barrio de las Letras. Allí se gestaron los Ejercicios de incomprensión, y allí quería que vieran la luz.
Llamé a María por teléfono. Al escuchar la palabra Autoedición me soltó un: “que sepas que a todos los que se autoeditan les digo que no”, que casi me noquea antes de empezar. Nos fuimos explicando. Seguimos conversando y cambiando su opinión. Sus preguntas iniciales fueron mutando en sugerencias de todo tipo. No tardamos en ponernos a hablar de fechas. El libro encaja muy bien con su negocio y su público.
En una segunda conversación, cara a cara y compartiendo algo de comer, acordamos el 7 de Marzo.
Cuando sientes que todo depende de ti, por muy independiente que se quiera, se agradece enormemente una mano. Tengo mucha suerte con las manos que voy encontrando. Durante el camino suele acompañarte el silencio y los mensajes sin respuesta. Tengo la suerte de conocer a mucha gente, de haber trabajado en infinidad de lugares diferentes y haber forjado buenas amistades con personas interesantes. Creo que, sin todo ese círculo rodeándome, no habría optado por este modo de autoedición. Es vital sentir que cuentas con una pequeña comunidad de gente expectante.
Había sonado un disparo de pistola y yo seguía de cháchara. Tocaba empezar a moverse: desarrollar la nueva web. Reconectar en RRSS. Diseñar el flyer. Empezar a convocar. Estructurar el discurso. El contenido de la página. Quién me acompañará en la presentación. Una montaña de decisiones. Un porcentaje inapelable de errores.
A partir de aquí, la agenda empieza a dominarte. La burbuja del escritor estalla y se queda el editor, calendario en mano, tratando de planear y encajar cada tarea para que todo esté a punto el día del primer contacto con el público.
Cuando pedí la preimpresión, faltaba un mes para presentarlo. Tiempo más que suficiente. El libro estaría, pero faltaban todas las herramientas de comunicación y venta imaginables.
Entretanto, un runrún agitaba mi cabeza. A tres semanas del evento, sabía quién quería que estuviese a mi lado en la mesa, pero él aún no. Había intentado quedar con él un par de veces, pero siempre se interponía alguna circunstancia. Levanté el teléfono y le llamé.
Su voz siempre suena tranquila y cercana. Su vida es casi nómada, así que ése era el mayor contratiempo. Si estaba en Madrid el 7 de Marzo, no tenía de qué preocuparme. Obtuve su compromiso. Podía seguir con lo demás.
Antonio Cadierno Parodi, Toni, es un gran amigo y un reputado antropólogo: CEO de Antropodocs & Films y Director de la MAAM (Muestra Antropológica Audiovisual del Museo Nacional de Antropología), además de miembro del Jurado de diversos festivales internacionales de Documental Antropológico.
El currículum resulta muy atractivo, pero lo que más valoro de Toni es nuestra amistad. Hay mucha confianza. Hemos compartido techo, mesa y confidencias durante año y medio en la única casa habitable de un pueblo abandonado en Soria. A punto de quedarnos aislados por un temporal de nieve, nuestra opción era quedarnos.
Además, fue uno de los más prolijos colaboradores portando, pegando y fotografiando etiquetas en sus numerosos viajes. Hemos repartido conocimientos y cocido. Es curioso en todas sus acepciones.
A su lado, me sentiría todo lo relajado que se puede estar en un día tan emocionante.
Suena mi teléfono. Es Carmen, la correctora y diseñadora. Charlamos sobre la preimpresión. Le comento que voy a tomarme con calma la última revisión. Saco el tema de la presentación. Le muestro mi entusiasmo, aunque trato de reprimirlo un poco para no resultar pesado. Espero que venga.