Si no hubiese tenido un texto tan insólito, seguramente se hubiese quedado en el cajón junto a muchos otros.
El asunto es que lo tenía.
Este texto tenía género no binario. No era narrativa, ni se identificaba en exceso con la poesía. Era una suerte de poesía experimental. No me imaginaba a las editoriales peleándose por mi libro, pero yo confiaba plenamente en su peculiaridad, y en mi necesidad de verlo editado cuanto antes.
Lo escribí utilizando la Literatura Semo Definicional de los OuLiPo. Tras mucha investigación sobre Georges Perec y el Taller de Literatura Potencial, descubrí esta técnica y me fascinó. Creo que soy el primer osado que utiliza este recurso formal para escribir un libro de principio a fin. Entre los oulipianos, se refieren a esta técnica como LSD, en alusión a la sustancia psicotrópica, por los efectos extraños que provoca en los textos.
Durante unos 3 años, empecé a trabajar esta técnica con pequeños textos que escribía en servilletas y colgaba en La raíz cuadrada de lo que soy.
Luego dediqué otros 2 años escribiendo los poemas de Ejercicios de incomprensión, y alimentando la web con el álbum de viajes de los versos por todo el mundo. Los imprimía en etiquetas autoadhesivas y viajaban en la maleta de amigos que los colocaban en lugares escogidos.
Cuando encontré este artículo hacía 4 años que tenía el texto acabado y maquetado, aunque muy precario. Por aquel entonces, se lo pasé a una editorial.
Como suele ser habitual, su respuesta empezó en positivo y acabó en negativa. Desperté su interés, pero no tenía cabida en sus colecciones y tenían ya prefijadas sus publicaciones durante el siguiente año y medio.
Mientras leia el artículo, me di cuenta de lo accesible que era hoy en día publicar tus propias obras. Ojo, no hablo de autoeditar en Amazon. Ni en Bubok. Hablo de cuidar la autoedición como si fueras una editorial pequeña, pero seria.
Este texto no merece leerse en una pantalla. Necesita una buena dosis de abstracción, y las pantallas te sacan de ese estado a cada instante. Este texto era, indudablemente, un libro físico.
El proyecto requería edición en papel, mimo en el diseño, una corrección ortotipográfica impecable… en un visto y no visto estaba pensando y analizando como un autoeditor.
Es un cargo trampa porque conlleva, a su vez, todos los cargos relacionados con la venta y promoción de la obra, así que de repente caen sobre tu escritorio todas las tareas que una pequeña editorial asume, al menos, entre 3 personas.
Por suerte, hay una fuerza mayúscula empujándome:
Me encanta este texto, así que necesito acabarlo y verlo convertido en libro.
Fuente del enlace: Blog de Antonio Castro ciberdroide.com